En este viaje vamos a intentar un equilibrio entre historia y arte por un lado y naturaleza por otro. En su primera parte, que transcurrirá por las ciudades históricas al norte de las montañas, predominarán como es lógico los intereses del primer tipo, mientras que en la segunda parte, junto a la costa sur, nos centraremos sobre todo en la observación de aves y otros animales. Trataremos también de acercarnos en lo posible al conocimiento de las costumbres locales y la gastronomía del país.
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Bien merece el sobrenombre de Perla de Oriente esta hermosa isla tropical, antes llamada Ceilán y antes aún, Serendib. Aunque su tamaño es reducido, comparable al de Irlanda, es bastante montañosa, con alturas que sobrepasan los 2.500 metros, y posee gracias a ello una apreciable diversidad de climas y formaciones vegetales. Hasta tiempos geológicos recientes estuvo unida al subcontinente Indio, lo que también explica mucho de su formidable riqueza biológica. Es uno de los 25 puntos calientes de biodiversidad del globo, con proporciones de especies endémicas que llegan al 22% en los mamíferos y el 27% en las plantas fanerógamas.
Como en general ocurre en el sur de Asia, Sri Lanka está densamente poblada, con unos 20 millones de habitantes, pero cuenta con muchas reservas naturales y con toda una serie de parques nacionales, como los de Yala, Bundala y Uda Walawe, donde la experiencia de observar de cerca elefantes, búfalos, osos, leopardos, monos, ciervos y jabalíes recuerda en buena medida a la de los parques del este de África.
La abundancia de especias, como la nuez moscada, el clavo, la vainilla y la canela, atrajo ya en tiempos remotos a comerciantes persas y árabes y más tarde, a colonos portugueses, holandeses y británicos, que en mayor o menor medida dejaron en esta isla sus huellas. Al lado de las de antiguos imperios cuyos templos y fortalezas aún cabe admirar en ciudades como Kandy, Anuradhapura y Polonnaruwa, o en la renombrada roca de Sigiriya.
País multirracial y multicultural, a la vez cingalés y tamil, budista e hindú, sus gentes son sumamente acogedoras. Las infraestructuras turísticas son en general buenas, lo que permite disfrutar sin grandes desplazamientos no sólo de la naturaleza salvaje, sino también de cuidados jardines y plantaciones de té, espléndidas playas, excelente comida e interesante folclore, con manifestaciones tan famosas como la medicina ayurveda o el festival de Esala Perahera, en Kandy. Pocos países en el mundo proporcionan tanto al viajero inquieto.
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